ABDELLATIF LAÂBI, (escritor marroquí) VIEJO LOBO DE MARES CARCELARIOS

                                                           Leonor Merino

(Publicado en Nuevas del Aire, Madrid, nº 38, diciembre, 1995, pp.9-10).

La revista de lenguaje coruscante

Todo un gran acontecimiento, lúcido alumbramiento, llegará a la literatura magrebí de lengua francesa de la mano de Abdellatif Laâbi, poeta marroquí comprometido, creador de la revista Souffles -editada en Rabat en 1966-, animada por un colectivo de jóvenes poetas: Mostafa Nissaboury, Mohamed Khaïr-Eddine, Abdellaziz Mansouri, Bernard Jakobiak, a quienes, más tarde, se unirá Tahar Ben Jelloun. La revista constituyó la conquista de la palabra, como afirmó Laâbi en el Prólogo de la primera publicación: en un momento en el que los problemas de nuestra cultura nacional han alcanzado un grado de extrema tensión.

Para los nuevos escritores que nacen con el impulso y al calor de esta revista, se trata de luchar en cuatro frentes que, brevemente, podrían definirse así: desmitificación de los valores burgueses y neo-coloniales, lucha contra el oscurantismo social y político, revalorización de la cultura nacional, apoyo al pueblo palestino y, a través de él, a todos los pueblos oprimidos que luchan, a lo largo y ancho del mundo. Además, el interés primordial de Souffles es la renovación de los temas acompañado del florecimiento de otras formas literarias que estudió el crítico marroquí Abderrahman Tenkoul.

La autenticidad nacional reivindicada con fervor había encontrado su expresión ideal y un impulso prometedor en la nueva generación de souffles (hálitos). Todos los elementos constitutivos de su literatura son exigencia de formas que responden plenamente a los acontecimientos del momento.

La literatura (de reivindicación, de delirio, de descubrimiento, de contestación) de estos poetas y novelistas de la generación posterior a la colonización, es consciente de su situación como creadores inmersos en la lengua francesa. Lo auténtico no será sinónimo de regreso al folclore o sencillamente a lo original, entendido en el sentido de un pasado lejano y primitivo. Desde 1966, se va a reivindicar explícitamente la expresión de una autenticidad revolucionaria (actitud dinámica con mirada hacia una andadura por construir) no petrificada en la contemplación de la identidad nacional recobrada.

Los escritores deben ser testigos de esa realidad, y en primer lugar a través de la lengua árabe. Así, con la publicación por Laâbi de la revista Anfas, en mayo de 1971, los animadores de Souffles lanzan un puente que permite colmar el abismo que distanciaba a intelectuales francófonos y arabófonos. Testigos estos últimos, también, de esa realidad a través de la lengua francesa, puesto que, tras haber sido manipulada y elaborada en la violencia del texto (Marc Gontard), debía servir a una total liberación.

De ahí que estos escritores se esfuercen en sus obras, como en sus declaraciones, por relegar, al ámbito del pasado, toda preocupación surgida de la colonización o de la guerra de liberación, y confiesen que no fue esa la única causa a la que había que culpabilizar por los males acaecidos, puesto que se imponía, también, una mirada hacia el interior del maltrecho hombre magrebí; y por la dignidad del hombre árabe, recuerda poéticamente, Laâbi en Discurso en la colina árabe[1].

La rebeldía del poeta

Difícil, comprometido, es definir en pocas líneas la obra de un escritor como Abdellatif Laâbi -que influyó en toda una generación de escritores marroquíes- y cuyo camino literario conlleva momentos privilegiados: la época de la revista anteriormente mencionada, donde publica sus primeros ramilletes poéticos, y en 1969 su relato-itinerario El OJO y la Noche: ¿Cómo salir de la caverna?/¿Quiénes somos?[2]

En enero de 1972, tras su arresto -por “atentar a la seguridad del Estado”- y al que sigue la prohibición de la revista Souffles, llega el periodo de escritura desde su prisión (isla que deriva sordamente por la curva inasible del tiempo), poemas que adoptan una escritura más lineal, más sencilla, en donde la comunicación con el preso y su lector sufre cada vez menos la mediación de un sistema formal. Las cartas a Jocelyne (me faltas, amada mía, mientras que tu presencia me colma por entero) y las cartas a sus amigos: por la presencia, por compartir): Crónica de su existencia, de su esperanza y su cólera, también, en la ciudadela de exilio.

La escritura de Laâbi extrae su poética, su fuerza de seducción de la violencia que la sacude, en su pulsión orgánica y en su impacto telúrico. Espacio escriturario atravesado por fuerzas de suprema irritación. Euforia que nace de la misma distorsión del tejido textual, del terror del verbo, de la rebeldía llevada al paroxismo: el poeta es rebelde por naturaleza. Y quien no es rebelde no es poeta. No se trata de la revolución-orden, que quiere someter la realidad, sino de la revolución-visión que remueve lo real y lo transforma. Y luego, transforma lo que ha transformado ya, para siempre, la poesía convertida en acción, y la acción en poesía.

Palabra subversiva, en la que la cólera se convierte en ese trismo vascular, en ese furor irreprimible: grueso cuajarón acerado en la garganta. La poesía de Laâbi es el germen epidérmico que lenta, lentamente, se incuba en la muchedumbre esperando la eclosión de la fiebre: no me busquéis en vuestros archivos/ asustados por mis denuncias/ no soy de la naturaleza de lo escrito/ buscadme más bien en vuestras entrañas/ cuando una yegua de versos/ retuerce vuestras tripas/ buscadme en la orina de las fiebres/ en el paludismo de las callejuelas.

Pero también el poeta, lejos de la autosatisfacción egotista, del rechazo de la mirada sobre sí mismo, manifiesta una gran exigencia de Verdad, una gran dignidad y un sentido elevado del hombre, en El Camino de las ordalías, recientemente traducida a nuestra lengua.

Los ocho años y medio pasados en prisión se convierten en testimonio de una aventura interior, en la que el escritor se palpa sus abiertas heridas, y de nuevo aprende a unirse al pulso del mundo, con ternura, con serenidad. Puesto que este poeta vino al mundo a amar, y a donarse. El odio le es extranjero.

Trayectoria que es poesía de la certeza, del hombre nuevo puesto dignamente en pie, y acogido ya por su amada tierra marroquí preñada de generosos hijos y reserva espiritual de Al-Andalus.



[1] Discours sur la colline arabe, París, L'Harmattan, 1985.

[2] Abdellatif Laâbi, L'OEIL et la Nuit, Casablanca, Atlantes, 1969. Réed., Inéd., Barbare, 1977, Rabat, SMER, 1982. Prefacio de Laâbi.

     [3] Laâbi, A., Le Chemin des ordalies, París, Denoel, 1982. Traducción Víctor Luis Gómez, El camino de las ordalías, Madrid, del Oriente y del Mediterráneo, 1995.